El sacerdote José Leonardo Ospina Giraldo, párroco
de Alejandría durante la época más dura del conflicto armado, cuestiona la
forma en que se realizaron millonarias inversiones en la comunidad del
municipio después de terminada la confrontación.
Afirma que las primeras acciones adelantadas en
el posconflicto local no generaron procesos fuertes que se puedan ver hoy,
Asegura que, por el contrario, volvieron a muchas personas dependientes de las ayudas
externas y que eso fue una forma de revictimización.
Por Jonathan Jiménez Hernández
“Alejandría
tuvo más éxodo después de la violencia que en la misma época de la guerra porque
muchos de los proyectos que se hicieron generaron más pobreza. Yo sé que estas
cosas, cuando las escuchen ellos, no les van a gustar porque se van a sentir
asumidos en muchos aspectos, pero yo las tengo que decir.
A mí me
dolió más el desplazamiento después de la guerra que el mismo desplazamiento que
ella causó porque fue un municipio que perdió la credibilidad. Y es una lástima
que en vez volverse mucho más productivo y trabajador, se quedó como un mendigo.
Tantas
cosas se hicieron, tantos dineros que supuestamente se movieron y que pasaron
por distintas instituciones… pero esa inversión se vio demasiado poquita para
decir que todo ese dinero había pasado por un municipio tan pequeño. Eso generó
una forma distinta de conflicto social que no se expresaba, pero que sí se
veía.
Todo
esto que hablo es de la época de cuando terminó la violencia. Las inversiones
empezaron cuando se vio toda la magnitud del problema que había dejado la
violencia.
Esas ayudas no fueron solamente departamentales, municipales o nacionales, se dieron también a nivel internacional y venían sobre todo de la Unión Europea, que eran muchos millones: con toda la problemática del Oriente antioqueño, incluyendo Alejandría, empezaron a pasar los capitales por la región.
Pero no
se hizo la inversión que pensé que sería. Se trató de impulsar la formación de grupos
de trabajo como para volver a creer en lo social, para creer en el trabajo en
conjunto, pero la gente tenía una ambición: tener dinero. La ambición del
colombiano de hoy, y llamémoslo del mundo contemporáneo, es tener dinero y
formas de adquisición mucho más grandes.
Allí
solamente se daba era para que la gente tuviera qué comer y ellos no se
amañaron con eso. Recuerdo que en un grupo preguntaron: “¿Qué hicieron con lo
que se les dio?” Una señora se levantó y dijo: “Yo vendí mis gallinas y compré
un televisor”. Todo eso producía hasta risa, pero era de la misma pobreza
mental de muchas personas”.
Ayudar se volvió un negocio
“Por
eso pasaron muchas cosas. No quedó nada de lo social ni de la inversión. Yo
utilicé una vez una frase dura, dije que Alejandría tuvo un tiempo de minería en
que se movía mucho dinero, pero que eso lo dejó convertido en uno de los
municipios más pobres pues todo se gastó en nada, en vicio, en otras cosas… la
gente quedó igual: en la pobreza.
Además,
los procesos de ayuda a las víctimas se convirtieron más en un negocio que en brindar
una verdadera sanación, en una sanación del corazón. Entonces donde había plata
estaban las víctimas, no para sanarse el corazón, sino para recibir dinero.
Los
problemas de la postguerra son más difíciles que la misma guerra. Por momentos
han sido más los vicios que se generaron en torno a todo lo que allí empezó y
los procesos que se dieron: llegaron personas para ayudar, pero después se
volvieron contratistas que si no tenían la plata no volvían porque el interés
era ganarse unos millones, llevar un programa a la gente pero para ganar dinero.
Eso hizo mucho daño y se produjo después de toda la época de la violencia”.
El éxodo de la juventud y del campo
“La juventud, como en todos los municipios de Antioquia, empezó a emigrar: los muchachos salen del bachillerato y no se quedan para trabajar. A eso se agrega un país sin política agraria, solamente legislando para lo industrial y el campo colombiano no está industrializado.
No le podemos
echar la culpa al municipio porque esto es una cuestión nacional: muchas
personas tienen que abandonar el campo porque no les da para vivir, porque si
tienen una finca y van a conseguir un trabajador no tienen con qué pagarle todo
lo que exige la legislación colombiana, entonces es mejor dejar la finca.
Es
doloroso, uno ve que por esta situación hay un atraso muy grande en el
desarrollo de los municipios, que se están quedando solos porque la gente está
buscando irse a las ciudades a buscar nuevos horizontes”.
La esperanza de un mejor futuro
“La reconstrucción que se hace de las problemáticas de violencia son muy bonitas pero lo correcto es que la gente no se quede como víctima, que se queden como persona, como gente que es capaz de salir adelante porque ha sabido superar su dolor, porque es capaz de organizarse, de trabajar, capaz de salir de sus deudas.
Ojalá
Alejandría hubiera tenido personas bien dispuestas a que este municipio se
hubiera culturizado mucho más en diferentes sentidos. Porque se sembró mucho,
se dio mucho, pero no en la medida, proporción y tiempo que se necesitaba.
Todavía
hay mucho por hacer porque es un municipio que promete, porque es un municipio
de futuro, por la cercanía a la ciudad, por los paisajes que posee, por su potencial
turístico y por el desarrollo que puede tener. Es un municipio bello donde hay mucho
por hacer”.
Testimonio entregado en junio de 2014
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